jueves, 30 de octubre de 2008

El optimismo no basta

Comentaba recientemente lo sugerente de las propuestas del enfoque denominado intervención apreciativa. En esencia, esta manera de entender el cambio en las organizaciones subraya la influencia que tiene en las ideas que se generan, en la capacidad de generar compromiso, las preguntas que nos hagamos, el lugar donde centremos nuestra preocupación. Si lo hacemos en los sueños que queremos alcanzar en lugar de en los problemas a mejorar, la intervención apreciativa considera que vamos a generar más energía y capacidad de cambio.

Al comentar este planteamiento con Paz Bañuelos, experta en nutrición terapéutica y preventiva con una singular intuición para otros muchos ámbitos y con quien comparto mi vida, ha surgido una reflexión sobre algunas posibles limitaciones de esta forma de plantearse el cambio en las organizaciones. Así, al centrarnos sólo en el objetivo, en el futuro que queremos construir, obviamos la identificación de los factores que contribuyen a limitar o impedir el cambio. Es cierto que uno de esos factores puede ser la escasa habilidad para generar entusiasmo y ganas de cambio cuando sólo nos centramos en lo que nos falta en lugar de soñar lo que queremos conseguir. Pero, muy frecuentemente, las resistencias al cambio, los elementos que lo ralentizan o lo obstaculizan tienen otros orígenes. Desde la falta de habilidades adecuadas para hacer frente a nuevas competencias o desafíos, hasta el resentimiento por situaciones pasadas que no se cerraron adecuadamente. Al obviarlos, al no darles un espacio para nuestra atención y análisis podemos estar dejando a un lado los núcleos centrales que hipotecan el cambio.

En este sentido, me resulta imposible imaginar que la intervención apreciativa garantice el éxito del proceso de cambio en todos los procesos desarrollados con ese enfoque. Y ¿Cuándo el cambio fracasa? ¿Volvemos a soñar el futuro sin centrarnos en las razones, en las causas de ese fracaso? Si lo hacemos parece que contradecimos los principios de la intervención apreciativa tal y cómo los he creído entender. Pero no hacerlo puede suponer repetir una y otra vez la frustración del cambio.

Resumiendo estas valoraciones a vuela pluma: la intervención apreciativa subraya la trascendencia de dar fuerza y visibilidad al proyecto de futuro en lugar de a los errores del pasado y es un planteamiento que creo hemos de tener presente. Sin embargo, reflexionar sobre las resistencias al cambio, sobre los factores que han incidido en experiencias que terminaron sin éxito, me parece un ejercicio necesario para encontrar los caminos más adecuados para esa aventura incierta pero apasionante del cambio de una organización.

1 comentario:

Germán Gómez dijo...

Cuidado con los sueños que se cumplen, suelen decir. Mejor soñar que vivir sin sueños, opino.
Espero que pronto podamos ver la web de tu compañera vital, que parece por ahora no accesible.