Daniel H. Pink nos trajo en 2010 un libro titulado “La sorprendente verdad sobre los que nos motiva”. Se sitúa en la estela de otras publicaciones que han subrayado los riesgos de las políticas de incentivos (Sprenger, El mito de la motivación) o la escasa innovación en la gestión de personas (Hamel, El futuro del management). Un aspecto distintivo de esta publicación es la aportación de investigaciones realizadas a lo largo de los años que vienen a respaldar esos planteamientos. Ese repaso sobre la experiencia científica le lleva a afirmar que “existe una falta de entendimiento entre lo que la ciencia sabe y lo que la empresa hace”.
Así, podemos encontrar ya en en 1949 la investigación de Harry F. Harlow que supone el descubrimiento de la denominada “motivación intrínseca”. La describió como el tercer impulso del comportamiento humano, junto con el impulso biológico y el derivado de la acción exterior (recompensas y castigos), concluyendo que “puede ser tan básico y tan fuerte como los demás impulsos”.
En 1962 Sam Glucksberg, psicólogo de la Princeton University, realizó una serie de experimentos que le permitieron comprobar cómo la existencia de recompensas era contraproducente para resolver problemas que requerían un cambio en la forma de enfocar el problema. “Las recompensas, por su propia naturaleza, estrechan nuestro enfoque. Eso ayuda cuando el camino que lleva a la solución es claro; nos impelen a mirar adelante y acelerar. Pero esos motivadores son terribles para los retos en que es necesario encontrar otra manera de ver el problema.”
En 1971 Edward L. Deci desarrolla una serie de investigaciones que vienen a mostrar que cuando se emplea dinero como recompensa externa de alguna actividad, el sujeto pierde interés intrínseco en ella.
La psicóloga Teresa Amabile, de la Harvard Business School, ha vuelto a corroborar cómo añadir cierto tipo de gratificaciones externas a las tareas inherentemente interesantes a menudo puede estropear la motivación y mermar el resultado.
Pink cita a Mark Twain, en Las aventuras de Tom Sawyer ,como resumen literarrio de estas conclusiones afirmando que “el trabajo consiste en cualquier cosa que alguien se encuentra obligado a hace y el juego consiste en cualquier cosa que alguien no está obligado a hacer”. En otras palabras, las gratificaciones pueden transformar una tarea interesante en una carga.
¿Quiere decir esto que las políticas de recompensas, que la motivación extrínseca no funciona nunca? Pink es claro, sí funcionan pero en determinadas circunstancias. Pero eso lo dejo para otro post.
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