Se avecina la habitual proliferación de artículos y reportajes en torno al síndrome postvacacional. Vivimos en una época en que cualquier malestar se convierte en un diagnóstico clínico y, al menor descuido, nos ofrecen algunas pastillas maravillosas para superarlo. Seguro que somos muchos los que al acercarse la fecha de reincorporarnos a nuestro puesto de trabajo hemos sentido en alguna ocasión alguno de los síntomas que año tras año nos recuerdan los medios de comunicación. Pero ¿qué hay detrás de esos síntomas? Cuando uno tiene un trabajo que le ilusiona, cuando se siente realizando un proyecto por el que merece la pena esforzarse, cuando trabajamos en algo que vemos lleno de sentido no hay síndrome postvacacional ni lunes traumático. No nos engañemos, la frustración, depresión, falta de energía o lo que sea que pueda generar la finalización de un periodo vacacional no se soluciona con pastillas. Lo que necesitamos es tomar consciencia de hasta dónde nos llega la insatisfacción con nuestro trabajo y plantearnos qué podemos hacer para convertir esa actividad en algo más estimulante.
¿Y si no es posible? Primero diría que no nos rindamos con tanta facilidad. Hay muchas ocasiones en que nosotros no lo vemos posible, pero quizás otras personas que trabajan en puestos similares al nuestro o incluso aparentemente menos gratificantes, vuelven al trabajo con la sonrisa en el rostro, mostrándonos que es posible vivir el trabajo de otra manera. Así que, en primer lugar, pidamos ayuda, pero ayuda no para combatir los síntomas sino para tratar de reflexionar sobre nuestro entorno laboral y buscar nuevas formas de estar y de actuar.
Sin embargo, puede ocurrir que no lleguemos a encontrar la manera de articular nuestro actual puesto de trabajo con un proyecto que nos ilusione. Ese es el momento de tomar otra decisión. ¿Quiero pasar el resto de mi vida laboral amargándome y amargando a quienes me rodean? ¿Viviendo en una queja constante y esperando cada día libre, cada vacación como una bendición salvadora? Si esa opción te gusta está claro que estás en el lugar adecuado, pero si no es es así, si no quieres resignarte a arrastrarte así el resto de tus días parece necesario romper el molde y buscar otro trabajo.
Sin duda que hay contextos laborales poco incentivadores pero siempre recuerdo las palabras de Victor Frankl cuando, a partir de su experiencia en un campo de concentración nazi afirmaba que la última, la principal libertad del ser humano, la que nadie puede arrebatarte, es la libertad de elegir la forma en que respondes a lo que te ocurre. Evidentemente eso supone asumir las responsabilidades de cada uno, tomar las riendas de nuestra propia vida y abandonar la cómoda pero impotente postura de atribuir la responsabilidad (culpa) de los que a uno le ocurre a los demás, ya sea el jefe, la sociedad, la empresa,....
Por último, puede que haya quien piense que la mejor manera de combatir el síndrome postvacacional sería alargando las vacaciones. Lo curioso es que las vacaciones adquieren el valor que les damos precisamente en contraste con el período laboral. Si las vacaciones se prolongaran indefinidamente serían otra cosa y de nuevo volverían a enfrentarnos a la pregunta crucial ¿qué sentido tiene para mi la vida? ¿para qué me levanto cada día? ¿cuál es mi proyecto vital? En la medida en que podamos respondernos a estas preguntas también podremos buscar que actividad o actividades son las que mejor responden a ese planteamiento. Y cuando lo hagamos la distinción entre trabajo y vacación probablemente adquiera otro sentido.
2 comentarios:
Lo interesante es mezclar, pensar que estamos de vacaciones cuando estamos trabajando.
Ya veo que has cambiado tu presentación y que hablas del Ayuntamiento en pasado. Que te vaya bonito Enrique en esta nueva etapa.
Comparto tu planteamiento. Quizás parte del secreto esté en romper las barreras que hemos creado entre el concepto trabajo y el concepto vacación. Y gracias por tus buenos deseeos. En el camino nos seguiremos encontrando.
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