Hace ya varios años comenzamos a intercambiar nuestra casa para irnos de vacaciones. Tengo dos hijos y una hija y buscar alojamiento para cinco suponía un coste importante, especialmente si pretendíamos conocer otros países. Una casualidad me llevó a conocer INTERVAC, una especie de club en el que haciéndote socio puedes contactar con personas de cualquier parte del mundo que también formen parte de él y quieran cambiar su casa por la tuya. Puedes intercambiar tantas veces como quieras, siempre que encuentres con quién, claro. Nosotros lo hemos hecho una vez en Semana Santa y el resto en verano. Hemos visitado el Algarve portugués, París, Roma y, este año, Austria.
Siempre que comento esta forma de disfrutar de las vacaciones, en la que el coste del alojamiento es cero, despierta interés. Sin embargo, enseguida la conversación deriva hacia el miedo a lo que le pueda pasar a tu casa. ¿Y si te rompen algo? ¿Y si se llevan algo? .... Es curioso ver cómo en Portugal, Italia y España lo que más abunda en el intercambio son las segundas viviendas, mientras que en el centro y el norte de Europa, en Estados Unidos, Canadá,.... lo que se cambia es la vivienda principal. ¿Culturas menos desconfiadas? Porque al final lo que hay detrás de esta iniciativa es la confianza. Casi podría decir la confianza en el género humano. Claro que hay riesgo, en todo lo hay. También hay riesgos en dejar la casa cerrada, a la vista de todo el mundo, como un reclamo que dice "no estoy, ¡róbame!". Sin embargo, parece que hay un temor más profundo a dejar que otros entren en el último reducto de intimidad que uno tiene.
Precisamente ese introducirte en algo tan íntimo como la casa de otras personas supone una aportación singular en este tipo de vacaciones. Te ayuda a entender otras culturas, a sentir más cerca a las personas que las componen. Educativamente es una experiencia extraordinaria para mis hijos. Por otra parte, es una forma de disfrutar de las vacaciones muy sostenible ya que no hace necesario que exista un enorme parque de viviendas que sólo se utilizan unas semanas al año.
Ya que este es un blog con una orientación profesional voy a servirme de estas reflexiones veraniegas para utilizarlas como metáfora para la vida de las organizaciones. Nos cuesta compartir nuestra casa ¿y nuestra oficina? ¿tendríamos problema en intercambiar con otros o es mía y sólo mía? ¿Y si intercambiamos nuestros puntos de vista? La vida, la realidad, cada uno la miramos desde nuestra singular atalaya. Intercambiar ese lugar con otros nos abriría perspectivas y posibilidades que ahora ni nos imaginamos.
2 comentarios:
Que sepas que me has convencido!
Espero que disfrutes tanto como yo. Si necesitas cualquier otra aclaración sobre este sistema de vacaciones no dudes en escribirme a mi dirección de correo.
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