Hace unos cuantos años se hizo celebre la pregunta "¿estudias o trabajas?". Era una buena fórmula para entablar conversación con alguien desconocido que te interesaba. Estas semanas he leído un par de libros relacionados con la forma en que decidimos cómo utilizar nuestro tiempo y me ha venido esta versión actualizada de esa pregunta: ¿trabajas o procastinas?.
El primero de los libros se titula "Productividad personal. Aprende a liberarte del estrés con GTD", de José Miguel Bolivar. En este caso José Miguel es de los que trabajan. De manera amena presenta el modelo de productividad personal denominado GTD, acrónimo de Getting Things Done, expresión utilizada por Dave Allen en su libro "Organízate con eficacia".
Ya conocía la propuesta que plantea el sistema GTD, pero tanto si la conoces como si no es una presentación actualizada de la misma, con el valor añadido de la experiencia que José Miguel ha acumulado practicándola y enseñándola. Haciendo un juego de palabras con el contenido del texto, no perderás el tiempo con su lectura.
Lo que me ha llamado la atención es cómo el autor subraya que hay mucha gente que dice utilizar GTD pero que en realidad no lo hace. Para él, utilizar GTD es utilizar todos los aspectos del sistema. Si modificas o adaptas alguno, eso ya no es GTD y si no funciona no será por el modelo. Curiosamente, unas páginas después nos plantea que si fuera por él suprimiría una de las máximas que el modelo plantea: "si requiere menos de dos minutos, hazlo".
Me reconozco como uno de esos anárquicos usuarios de GTD. Hay aspectos que me han parecido útiles y adaptables a mi estilo personal. Otros no y no los utilizo. Cada vez me siento más alejado de cualquier propuesta que se autodefine como "la solución". Tengo la impresión que el sistema GTD va muy bien a un determinado tipo de personas. Personas muy ordenadas, disciplinadas y sistemáticas. Pero si ese no es tu estilo, utilizar GTD se convierte en un esfuerzo titánico que tiene muchas posibilidades de contribuir a una frustración poco recomendable.
De ese otro tipo de personas es John Perry, profesor emérito de filosofía en la Universidad de Stanford. John es el autor del otro libro que acabo de leer y cuyo título es ya toda una declaración de principios: "La procastinación eficiente. Guía para dar largas, pensar en las musarañas y posponer todo de manera productiva".
Un texto inteligente y lleno de sentido del humor que se revela frente a la dictadura de un determinado orden, de una determinada forma de organizar el trabajo. Al fin y al cabo ¿realmente existen personas desordenadas? ¿o lo que hay son diferentes formas de entender el orden?. Eso sí, cuando personas con diferentes formas de entenderlo han de trabajar juntas es cuando surgen los problemas.
Algo parecido pasa con la puntualidad. Cada vez estoy más convencido que no hay personas impuntuales, sino personas con una relación con el tiempo diferente a la mía. Lo complicado es cuando tenemos una cita juntos.
En su libro, subraya cómo, a pesar de ser un procastinador confeso, hizo su tesis doctoral y ha escrito unos cuantos libros. Claro que, con su fino sentido del humor, afirma que los logró escribir para no hacer otras cosas que eran más importantes.
Me ha encantado la respuesta que le dio un colega filósofo, Patrick Suppes, cuando le preguntó cuál era el secreto de la felicidad. En lugar de darle un consejo le comentó que muchas de las personas que parecen felices habían seguido estos tres pasos:
- Hacer un cuidadoso inventario de sus defectos y fallos.
- Adoptar un código de valores que trate esas cosas como virtudes.
- Admirarse por vivir de acuerdo a ese código.
En cierta forma, el libro es un canto a la aceptación de cómo somos. A tomar conciencia de qué no hay una forma buena y otra mala de organizarse. Cada una tiene su lado positivo y su lado oscuro ¿acaso no hemos llegado hasta dónde estamos siendo como somos? ¿podemos mejorar? Evidente, pero eso no supone renegar de nuestra singular forma de estar en el mundo.
Lo que llamamos la gestión del tiempo (y que cómo subraya José Miguel Bolivar es la gestión de la atención, el tiempo no lo podemos gestionar) tiene algo de técnica, de método. Pero, en mi opinión, tiene mucho de aceptación. De revisión de las expectativas que me planteo en relación con el tema. Al fin y al cabo ¿cuál es el problema? ¿qué no podemos hacer todo lo que tenemos pendiente o la sensación de estrés que eso nos genera?
2 comentarios:
Muchas gracias, enrique, por el análisis del libro.
Con relación a la aparente contradicción que inteligentemente apuntas, mi propuesta de suprimir ese paso concreto es porque es incoherente con lo que dice el propio Allen en su método. Si aceptamos su tesis de que separar pensar y decidir de hacer mejora la eficacia de ambos pasos, ¿qué sentido tiene entonces interrumpir constantemente el proceso de pensar y decidir para ponernos a hacer?
Por otra parte, como experto en sistemas que eres, sabes que si cambias un elemento del sistema, cambias el sistema. El sistema que propone Allen funciona. Las variaciones del mismo pueden funcionar o no.
Por último, en realidad GTD simplemente dice que para mejorar tu eficiencia personal y liberar tu mente de preocupaciones debes:
1) sacar las cosas de tu cabeza
2) decidir qué vas a hacer (o no) con ellas
3) ponerte recordatorios que veas en el momento oportuno (si es que has decidido hacer algo) y
4) revisar esos recordatorios con regularidad para seguir confiando en el sistema
Son hábitos sencillos y mi experiencia de años me ha demostrado que están al alcance de cualquier persona dispuesta a comprometerse con la mejora de su efectividad, sea o no ordenada, disciplinada y sistemática.
Un saludo.
Gracias José Miguel por tu comentario.
No tengo ninguna duda respecto a la sensatez de tu propuesta de suprimir uno de los pasos planteados por Allen en su método. La cuestión es que si se acepta una adaptación ¿por qué no otras? Si un cambio es posible sin que deje de ser GTD también podrían serlo otros. Supongo que no te parecerán tan sensatas o tan fundamentadas, pero tanto unas como otras afectan al sistema, tal y como sugieres. Aunque que un sistema cambie, al cambiar uno de sus elementos, no quiere decir que se convierta en otro sistema.
Me parece muy interesante el destilado que haces de GTD. Para mi, esos cuatro hábitos que mencionas son la esencia de la propuesta GTD. Lo curioso es que yo considero que sigo esos hábitos, pero no aplico el detalle de la sistemática que GTD propone. A mi me va bien así. Tengo que agradecer al método el haberlos incorporado aunque su parte más operativa me resulta excesiva.
En cualquier caso, tu libro me ha gustado. He encontrado en él algunas perlas y me ha parecido muy potente el resumen de hábitos que planteas al final. Esos hábitos son los que asocio con la "filosofía GTD" ya que van separados de la forma concreta en que esos hábitos se apliquen. Aunque quizás no tenga mucho sentido para un especialista en el tema, me ha resultado muy valiosa la filosofía GTD aunque no tanto el método específico que se ofrece asociado a ella.
Un abrazo
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