Por una de esas casualidades de la vida, estaba en
Tarragona para presentar un taller en torno a los equipos de alto rendimiento
cuando, dando un paseo, me encontré con un espectáculo de “castells”. Esas
torres humanas que pueden llegar a tener nueve pisos y que se realizan
partiendo de un diferente número de personas en cada nivel. Incluso en uno de
los formatos se construye una “columna” con una sola persona sobre otra en
cuatro niveles.
No lo había visto en directo y me resultó bastante
espectacular. Viéndolo me fueron surgiendo algunas reflexiones y analogías con
los equipos de trabajo que comparto.
Equilibrio desde el desequilibrio.
La primera mirada al Castell sugiere un alto grado de
equilibrio. Son muchos pisos, mucha altura y resulta evidente que si se
desequilibran los participantes, o alguno de ellos, aquello puede irse al
suelo. Sin embargo, al mirarlo con más detalle puedes observar que cada
participante está continuamente haciendo pequeños movimientos para mantener el
equilibrio. Es más, no parece estar en equilibrio en ningún momento, sino que
el equilibrio lo consigue reequilibrándose permanentemente. Me pareció una
buena metáfora de cómo el equilibrio como absoluto no deja de ser una ficción.
El equilibrio, en las personas o en los equipos, es producto de un permanente
desequilibrio ante el que adoptamos pequeños cambios que nos reequilibran unos
segundos antes del siguiente desequilibrio.
La organización como equipo de equipos
interconectados.
Para realizar el castell hacen falta muchas personas:
bastantes que apoyan en la base y luego los que van formando cada piso, además
de quienes dan un apoyo más logístico e incluso los que interpretan la música
popular que sirve de acompañamiento. Todos ellos contribuyen al objetivo común
de lograr poner en pié el Castell, igual que en una organización podemos hablar
de todos sus componentes como el equipo que trata de lograr la misión de la
organización.
Pero, de nuevo, al mirar más de cerca, vemos que ese
esfuerzo colectivo va tomando forma en equipos más pequeños, equipos que tienen
tareas propias y específicas que les dan sentido: sujetar a uno de los pilares,
equilibrarse mutuamente para dar solidez a uno de los pisos,.. Incluso es muy
interesante ver como una misma persona contribuye desde equipos distintos; así
es parte del equipo que mantiene uno de los niveles pero, en un determinado
momento, hace equipo con quién tiene que subir para colocarse sobre él o bajar
una vez terminado el castell.
Son estos equipos más pequeños donde se produce el
alto rendimiento que posibilita a la organización el logro de sus objetivos. El
equipo grande nos puede dar sentido de pertenencia, incluso sentido de
contribuir a algo más grande. Pero el equipo como unidad operativa eficaz ha de
ser necesariamente de un tamaño reducido. Por otra parte, lo que la
organización sí necesita es una enorme habilidad para generar la necesaria
interconexión entre los equipos, tal y como ocurre en los castells. Una interconexión
que tiene que ver con dotarse de una estructura organizativa adecuada y con la
existencia de líneas de trabajo compartido entre las personas de los diferentes
equipos.
Os dejo este bonito video en el que se recoge un
concurso de Castells:
La foto la tomé yo mismo con el móvil
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