Siguiendo con las ideas que sobre la escucha nos plantea Rafael Echeverría en su libro “Actos del lenguaje volumen 1: La escucha”, voy a centrarme en el apartado que dedica a presentar algunas herramientas básicas para mejorar nuestra competencia como escuchadores.
La primera de esas herramientas es la verificación de la escucha. Puesto que la escucha implica siempre una distancia entre lo que nosotros decimos y el otro escucha (percibe e interpreta), no podemos dar por supuesto que lo que hemos escuchado es lo que la otra persona nos quiere transmitir. Comprobar, preguntar si nuestra interpretación es correcta, chequear o verificar nuestra escucha se convierte así en un instrumento para mejorar nuestra capacidad de escucha efectiva.
La segunda de las herramientas que nos presenta Echeverria la denomina “compartir inquietudes”. Siempre que hablamos, nos dice, lo hacemos para hacernos cargo de algo que nos inquieta. Compartir con el otro cuáles son nuestras inquietudes en la conversación que estamos manteniendo y conocer cuáles son las suyas puede ayudarnos a entender mejor lo que el otro quiere decirnos y, en consecuencia, puede ayudarnos a mejorar nuestra escucha. Yo diría que la “simple” muestra de interés por lo que preocupa a nuestro contertulio supone, en sí misma, una fuente potenciadora de la conexión entre las personas que conversan y con ello, de la calidad de la escucha que se genera.
La tercera de las herramientas es la indagación. Preguntar es para Rafael Echeverria un elemento indispensable de la escucha, una escucha que, evidentemente, requiere de un carácter activo, muy alejado del estereotipo de buen escuchador atribuido a alguien que caya y asiente cuando el otro habla.
Para terminar este resumen de las ideas fundamentales que sobre la escucha nos plantea Rafael Echeverria, recojo otra serie de ideas que vierte en esta parte del libro:
• El secreto de la persuasión no está, primariamente, en el hablar, sino en la escucha.
• Escuchar es abrirse al otro. Esa apertura requiere, por un lado, de humildad (sabernos limitados y precarios) y, por otro, en el respeto al otro, respeto que acepta la posibilidad de que é o ella puedan mostrarnos algo nuevo.
• La escucha descansa en la presunción del valor del otro.
• ¿Qué significa comprender a otro diferente? Significa ser capaz de hacer sentido de lo que dice sin descalificarlo por sostener algo diferente de lo que nosotros pensamos. Aceptar, por tanto, la diferencia como legítima. Aceptar que el otro puede pensar de manera muy distinta a nosotros y que ello no significa que esté necesariamente equivocado o que lo que piense sea falso o inadecuado.
• Escuchar al otro, en último término, es permitir que el poder transformador de “su” palabra pueda transformarme.
• Quien es refractario a ser cambiado por los demás, a ser sorprendido por lo que ellos pueden enseñarnos, vive la vida de una forma equivalente a cómo se vive la muerte.
• Saber escuchar es saber aprender, de la misma manera que saber aprender implica saber escuchar. Aprender no es otra cosa que abrirse a ser transformado, a cambiar, a ser diferente, con la expectativa de ser mejor, de tener más capacidad de acción.
• Respeto, indagación, confianza y, en general, positividad emocional. Esos son los ingredientes claves de un habla que es capaz de generar escucha en los demás.
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