Piensa por un momento en uno de los problemas que tengas identificado en la organización en la que trabajas. También puede valer cualquier otro tipo de problema. Fíjate en cómo lo defines. Una de las cosas más importantes que he ido aprendiendo a lo largo de mi experiencia es que la forma en que definimos el problema es una parte muy importante de él, de la dificultad para salir de él. Uno de los principales obstáculos para superar cualquier problema lo encontramos, frecuentemente, en la forma en que lo hemos definido.
Es bastante probable que la forma en que la organización define el problema sea mediante una frase genérica. Por ejemplo, tenemos un problema de comunicación interna, o con la lista de espera, o con el tiempo que tardamos en realizar una tramitación, o de motivación de la gente,….. Ninguno de estos problemas tiene un tratamiento, una solución genérica. Por ello, lo primero que tenemos que hacer para afrontar con éxito un problema es desmenuzarlo hasta delimitar con claridad en qué consiste. Para ello podemos seguir un pequeño guión de preguntas como las que siguen:
¿A quienes afecta el problema? ¿Les afecta a todos de igual manera? ¿Cuántas personas son las afectadas? ¿Pueden identificarse tipologías distintas de afectados? ¿Por qué es un problema para cada uno de estos grupos de afectados? Si el problema está vinculado con un proceso o procedimiento ¿qué pasos concretos componen ese proceso o procedimiento? ¿En cuál de esos pasos se concentra más claramente el problema? ¿Quiénes participan en cada uno de esos pasos? …..
Tras este ejercicio de análisis es muy probable que nuestra definición del problema haya alcanzado una precisión mucho más ajustada a lo que realmente está ocurriendo y, con ello, nos sitúa en muchas mejores condiciones de encontrar alternativas eficaces. Frente a la generalización paralizante del comienzo encontramos una definición centrada en lo que realmente tenemos que mejorar. Más aún, siempre que he realizado este proceso, las acciones a realizar para mejorar o abordar el problema han surgido casi de manera automática mientras se iban respondiendo a las preguntas planteadas para precisar la definición del problema.
Si tienes un problema para el que no terminas de encontrar una manera de abordarlo, revisa su definición, ponle el microscopio, busca los detalles que lo componen y, por ahí, es muy probable que lo puedas ver desde otra perspectiva distinta en la que los caminos para tratar de solucionarlo aparecerán más claros.
Es bastante probable que la forma en que la organización define el problema sea mediante una frase genérica. Por ejemplo, tenemos un problema de comunicación interna, o con la lista de espera, o con el tiempo que tardamos en realizar una tramitación, o de motivación de la gente,….. Ninguno de estos problemas tiene un tratamiento, una solución genérica. Por ello, lo primero que tenemos que hacer para afrontar con éxito un problema es desmenuzarlo hasta delimitar con claridad en qué consiste. Para ello podemos seguir un pequeño guión de preguntas como las que siguen:
¿A quienes afecta el problema? ¿Les afecta a todos de igual manera? ¿Cuántas personas son las afectadas? ¿Pueden identificarse tipologías distintas de afectados? ¿Por qué es un problema para cada uno de estos grupos de afectados? Si el problema está vinculado con un proceso o procedimiento ¿qué pasos concretos componen ese proceso o procedimiento? ¿En cuál de esos pasos se concentra más claramente el problema? ¿Quiénes participan en cada uno de esos pasos? …..
Tras este ejercicio de análisis es muy probable que nuestra definición del problema haya alcanzado una precisión mucho más ajustada a lo que realmente está ocurriendo y, con ello, nos sitúa en muchas mejores condiciones de encontrar alternativas eficaces. Frente a la generalización paralizante del comienzo encontramos una definición centrada en lo que realmente tenemos que mejorar. Más aún, siempre que he realizado este proceso, las acciones a realizar para mejorar o abordar el problema han surgido casi de manera automática mientras se iban respondiendo a las preguntas planteadas para precisar la definición del problema.
Si tienes un problema para el que no terminas de encontrar una manera de abordarlo, revisa su definición, ponle el microscopio, busca los detalles que lo componen y, por ahí, es muy probable que lo puedas ver desde otra perspectiva distinta en la que los caminos para tratar de solucionarlo aparecerán más claros.
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