Estas vacaciones he visitado Austria, un país precioso. Aunque nunca había estado en un país de cultura germánica tenía una serie de ideas previas sobre lo que podía encontrarme. Una de ellas implicaba asumir una climatología más bien adversa, otra suponía encontrarme con unas gentes de carácter frío, distantes y de mentes “cuadriculadas”. La primera de esas ideas preconcebidas nos llevó a llenar nuestras maletas de ropa para todo tipo de adversidades. Sin embargo, un tiempo excelente hizo que buena parte de nuestro equipaje no saliera de las maletas. La idea que llevaba sobre la forma de ser de los austriacos no corrió mejor suerte. Evidentemente no es posible aplicar un estándar único a varios millones de personas pero desde luego nos encontramos con gente agradable y dispuesta a ayudar en todo momento.
Este contraste entre lo que yo proveía y lo que luego me he encontrado me ha recordado lo útil que pueden sernos nuestras ideas previas al ayudarnos a anticipar riesgos o potencialidades (en este caso llevar ropa de abrigo o dar una idea de cómo relacionarse con las personas que nos íbamos a encontrar), pero también las consecuencias negativas que pueden tener cuando se convierten en ideas incapaces de incorporar los cambios que sin duda se han producido en el hecho o la característica valorada (empeñándome en pensar que seguro que a la tarde hace más frío y cargar todo el día con un abrigo o considerar que toda la gente amable con la que me encuentro son personas que no representan la “verdadera” forma de ser austriaca).
Frecuentemente una experiencia vivida hace años, incluso las opiniones escuchadas a otras personas nos llevan a construirnos una opinión que cimentamos con tanta fortaleza que años después la seguimos manteniendo sin dar cabida a lo que haya podido acontecer en ese período. De esta forma, nuestras ideas previas, nuestros conocimientos acumulados pueden convertirse en una poderosa fuente de conservadurismo que nos lleva a mantener opiniones (y a actuar en consecuencia) sin atender a los cambios que han podido producirse. Pero además, incluso más allá de que haya habido o no cambios, esas opiniones iniciales es muy probable que no recojan todos los matices, todas las formas posibles de ver ese fenómeno. Y sin embargo, esas ideas adquieren tanta fuerza que nos llevan a reinterpretar los nuevos hechos de tal manera que nos permita seguir manteniéndolas. Así, las realidades que contradigan nuestros pensamientos previos serán “la excepción que confirma la regla” o conseguiremos que sean explicadas por alguna situación excepcional que no cuestiona la base de nuestro pensamiento.
Pensemos en la opinión que tenemos de algunas personas. Una opinión cimentada en situaciones acontecidas hace ya un tiempo. Esa opinión nos puede ser útil para saber a que atenernos con esa persona, pero esa utilidad es tal sólo en el supuesto de que los datos, las situaciones que cimentaron esa opinión sigan vigentes. Me temo que pocas veces nos cuestionamos esos pensamientos ya establecidos. Los damos por buenos, por realidades objetivas y en coherencia con ellos actuamos. Y si ese amigo al que consideramos, por ejemplo, poco discreto nos da muestras de su discreción, pensaremos que son formas de disimular su verdadera condición o le atribuiremos cualquier otra explicación que no altere nuestra idea ya concebida. Sin embargo, esta forma de comportarnos nos lleva a cerrarnos oportunidades para encontrar nuevas opciones o a perpetuar situaciones que nos resultan insatisfactorias.
En conclusión, partamos de los conocimientos previos surgidos de experiencias personales o de lo narrado por otros ya que pueden ser una útil orientación en muchas ocasiones, pero no dejemos que se conviertan en un filtro que nos imposibilite ver otras realidades ya sean producto de los cambios acontecidos o simplemente de otras formas distintas de ver los mismos hechos.
Este contraste entre lo que yo proveía y lo que luego me he encontrado me ha recordado lo útil que pueden sernos nuestras ideas previas al ayudarnos a anticipar riesgos o potencialidades (en este caso llevar ropa de abrigo o dar una idea de cómo relacionarse con las personas que nos íbamos a encontrar), pero también las consecuencias negativas que pueden tener cuando se convierten en ideas incapaces de incorporar los cambios que sin duda se han producido en el hecho o la característica valorada (empeñándome en pensar que seguro que a la tarde hace más frío y cargar todo el día con un abrigo o considerar que toda la gente amable con la que me encuentro son personas que no representan la “verdadera” forma de ser austriaca).
Frecuentemente una experiencia vivida hace años, incluso las opiniones escuchadas a otras personas nos llevan a construirnos una opinión que cimentamos con tanta fortaleza que años después la seguimos manteniendo sin dar cabida a lo que haya podido acontecer en ese período. De esta forma, nuestras ideas previas, nuestros conocimientos acumulados pueden convertirse en una poderosa fuente de conservadurismo que nos lleva a mantener opiniones (y a actuar en consecuencia) sin atender a los cambios que han podido producirse. Pero además, incluso más allá de que haya habido o no cambios, esas opiniones iniciales es muy probable que no recojan todos los matices, todas las formas posibles de ver ese fenómeno. Y sin embargo, esas ideas adquieren tanta fuerza que nos llevan a reinterpretar los nuevos hechos de tal manera que nos permita seguir manteniéndolas. Así, las realidades que contradigan nuestros pensamientos previos serán “la excepción que confirma la regla” o conseguiremos que sean explicadas por alguna situación excepcional que no cuestiona la base de nuestro pensamiento.
Pensemos en la opinión que tenemos de algunas personas. Una opinión cimentada en situaciones acontecidas hace ya un tiempo. Esa opinión nos puede ser útil para saber a que atenernos con esa persona, pero esa utilidad es tal sólo en el supuesto de que los datos, las situaciones que cimentaron esa opinión sigan vigentes. Me temo que pocas veces nos cuestionamos esos pensamientos ya establecidos. Los damos por buenos, por realidades objetivas y en coherencia con ellos actuamos. Y si ese amigo al que consideramos, por ejemplo, poco discreto nos da muestras de su discreción, pensaremos que son formas de disimular su verdadera condición o le atribuiremos cualquier otra explicación que no altere nuestra idea ya concebida. Sin embargo, esta forma de comportarnos nos lleva a cerrarnos oportunidades para encontrar nuevas opciones o a perpetuar situaciones que nos resultan insatisfactorias.
En conclusión, partamos de los conocimientos previos surgidos de experiencias personales o de lo narrado por otros ya que pueden ser una útil orientación en muchas ocasiones, pero no dejemos que se conviertan en un filtro que nos imposibilite ver otras realidades ya sean producto de los cambios acontecidos o simplemente de otras formas distintas de ver los mismos hechos.
4 comentarios:
¿Cómo era aquella frase de que si los datos contradicen lo que pensamos previamente de algo o alguién es más fácil cambiar los datos que la percepción?
Yo creo que lo que hacemos con más frecuencia es "matar al mensajero" desacreditando la información que cuestiona nuestra forma de pensar. "Seguro que esos datos no están bien, "qué sabra éste del asunto", "a mi me van a venir con esas",.... Cuanto nos enriquecería poder plantearnos simplemente "qué interesante, yo no le veo así". Con este comienzo tendremos la oportunidad al menos de plantearnos esa otra forma de ver las cosas. Evidentemente puede que finalmente sigamos pensando que nuestra visión es más potente pero el proceso seguro que nos habrá aportado mucho más.
Cuando llegué a El Cairo,me sentí igual. Tantos años de especulaciones, de televisión y radio, que pensé que les conocía mejor que ellos mismos.
Error. Llevo meses "actualizando" el cerebro y sacudiéndome montones de prejuicios basados en premisas que realmente no existen.
Así que estoy de acuerdo, hay que mirar de otra manera.
Saludos de una vasca desde El Cairo
Impresiona leer un comentario desde El Cairo. Sin duda el mundo globalizado en que estamos inversos también aporta una forma distinta de enfrentarnos a lo nos rodea al ser más fácil encontrarnos situaciones que nos contrastan incluso brutalmente con nuestros esquemas mentales preconcebidos.
Suerte por Egipto, seguro que es una oportunidad magnífica de aprender sobre otras culturas y sobre uno mismo.
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