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lunes, 23 de febrero de 2015

La importancia de la conversación transformadora


En los últimos meses parece que el conversar ha despertado el interés de personas a las que sigo habitualmente. Mi amigo Germán Gómez Santa Cruz lleva un tiempo orientando su interés hacia las conversaciones con los clientes. De hecho ha abierto una nueva página web que se titula Conversaciones con clientes. Sobre ese hilo, ha mantenido un debate con Julen Iturbe.

También Andrés Ortega ha publicado recientemente un post sobre la cultura de la conversación en el que subraya "La cultura de la conversación se ha convertido con toda seguridad en los últimos años en uno de los conceptos más en boga en los foros del management de vanguardia. Pero que algo desfile por las pasarelas no significa necesariamente que acabe en los escaparates y aún menos que se vista por la calle... Como sucede en la “haute couture”, algunos conceptos de management necesitan ser customizados y adaptados a la realidad, de otro modo, corren el riesgo de convertirse en una colección de impacto que nunca llego a ser consumida por el gran público."

En enero, Manel Muntada dedicó una entrada a la conversación en su blog CumClavis. En 2012 ya habló de la conversación en consultoría. Y el blog Trabajo Colaborativo, con la batuta de Jesús Martinez, también aportó su reflexión sobre la conversación como uno de los tres componentes del nuevo aprendizaje corporativo (los otros dos son co-crear y curar). Pocos días después, una nueva entrada en este blog mencionaba algunas lecturas sobre el papel de la conversación en el aprendizaje y mencionaba a Theodore Zeldin (en la foto de inicio del post) y su libro La conversación, publicado en 1998. Un libro breve, subtitulado "Cómo el diálogo puede transformar tu vida" y magníficamente editado con dibujos del propio autor, del que entresaco estas frases:

«La verdadera conversación prende fuego. Se trata de algo más que emitir y recibir información. (...) En la conversación no se trata sólo de conseguir información o compartir emociones, ni es únicamente una manera de meter ideas en la cabeza de los demás. (...) La conversación es un encuentro de mentes con recuerdos y costumbres diferentes. Cuando las mentes se encuentran, no solo intercambian hechos: se transforman, se remodelan, extraen de ellas implicaciones diferentes y emprenden nuevas sendas del pensamiento. La conversación no sólo vuelve a mezclar las cartas, sino que crea cartas nuevas.»

Sobre el papel transcendental de las conversaciones en las empresas ya escribió Rafael Echeverría en 1994: «Si queremos comprender una empresa debemos examinar las conversaciones que la constituyeron en el pasado y las que la constituyen en la actualidad. La fortaleza de una empresa nos conducirá siempre a la fortaleza de sus conversaciones. Sus debilidades se relacionan con las debilidades de sus conversaciones o con el hecho de que podrían faltar algunas conversaciones decisivas» (Ontología del lenguaje).

En este sentido resulta interesante la investigación que realizó Hermann Simon con las 500 mejores PYMES del mundo (publicada bajo el título Líderes en la sombra, Editorial Planeta. 1997). En ella concluye:

«El mero hecho de cambiar estructuras y sistemas apenas incidía en el aumento del rendimiento. (...) De hecho, la mitad de los más productivos no contaban con casi ningún procedimiento formal de gestión de rendimientos. ¿Cómo se explica esto? Todo se reduce a saber cómo las personas manejan las conversaciones cruciales. Dentro de las empresas con altos rendimientos, cuando los empleados no cumplen sus promesas, los colegas intervienen voluntaria y eficazmente para abordar el problema.»

Un clásico de la teoría de las organizaciones como Henry Mintzberg explica cómo organizar implica dividir, separar en unidades, secciones, áreas, etc. Pero, a la vez, requiere de coordinar el trabajo que se ha dividido. Para ello, identifica seis mecanismos de coordinación: coordinación de procesos, de resultados, de habilidades, de normas, adaptación mutua y supervisión directa. En todos ellos, en mayor o menor medida, el medio que permite la coordinación son las conversaciones. De forma evidente en la supervisión directa y la adaptación mutua. Sin embargo, incluso cuando se coordinan procesos, resultados, habilidades o normas, no es pensable que se pueda hacer sin acudir en un momento u otra a conversaciones. De ahí, que la competencia en el manejo de conversaciones se convierte en una competencia estratégica para el éxito organizacional. Enric Brull ha trabajado bastante sobre la relación entre el enfoque de Mintzberg y lo que denomina el sistema conversacional.

Y qué decir si partimos desde una perspectiva que subraye el trabajo en red, en la que la relación entre los nodos necesita de conversaciones. O de trabajo en colaboración, o de participación. Sin conversaciones se convierten en conceptos vacíos. Al conversar los hacemos posibles.

¿Cómo gestionar el conocimiento si no sabemos conversar adecuadamente para compartirlo y aprender mutuamente? ¿Cómo conseguir equipos de alto rendimiento si no sabemos conversar, si no respetamos la perspectiva del otro y estamos dispuestos a aprender de él? ¿Cómo generar compromiso en las personas si no sabemos desarrollar conversaciones que generen confianza? ¿Cómo tener buenos resultados cuando no tenemos habilidades para decir a los demás lo que necesitamos de ellos y expresarles nuestra valoración respecto a su desempeño?

Sin embargo, una competencia tan crucial apenas es objeto de atención en todo el proceso formativo. Aprendemos a hablar de manera autodidacta. Adquirimos la habilidad de expresarnos lingüísticamente. A partir de ahí, el proceso educativo va perfeccionando nuestra gramática, enriqueciendo nuestro vocabulario, enseñándonos a escribir,... Sin embargo, no dedicamos tiempo a enseñar ni a aprender a conversar. Parece que el hablar conlleva la sabiduría del conversar, pero no es así. Hay personas que hablan brillantemente, magníficos comunicadores, extraordinarios recitadores de monólogos, pero son penosos conversadores.

Zeldin afirma que "el siglo XXI requiere una nueva ambición: no se trata tanto de hablar como de conversar". Me parece importante que la conciencia de la necesidad de mejorar la cantidad y la calidad de nuestras conversaciones vaya calando en la sociedad.



jueves, 5 de febrero de 2015

¿Quieres desarrollar el equipo, generar confianza, aumentar la implicación y obtener mejores resultados? Aprende a preguntar


En el libro que aquí comento pone el foco de su atención en el arte de preguntar. Le lleva a ello el comprobar, de un lado, la escasa frecuencia con que se acude a esa importante herramienta conversacional. Una escasez que provoca errores en los equipos, que genera dificultades en la coordinación de acciones, que lleva a enfrentamientos y conflictos que se hubieran podido evitar si antes de hablar o de actuar se hubiera hecho alguna pregunta.

"Los ingredientes que suelen faltar en la mayoría de conversaciones son la curiosidad y la disposición para formular preguntas cuya respuesta aún no conocemos".

Schein no solo subraya esa característica de la cultura de nuestras organizaciones, sino que también incide en la poca habilidad que mostramos cuando llegamos a realizar preguntas. Por ello nos propone desarrollar nuestra capacidad para realizar preguntas humildes:

"La pregunta humilde es el arte sutil de conseguir que otros se abran, que formulen preguntas cuya respuesta usted no conoce, de forjar una relación basada en la curiosidad y en el interés por la otra persona."

Schein se hace la pregunta de cómo podemos mejorar esa capacidad de hacer preguntas humildes. Y tal como él afirma, la respuesta es sencilla, pero su puesta en práctica no lo es. Vivimos con la idea de que saber conversar es fácil, cuando requiere mucho entrenamiento para desaprender hábitos y manera que hemos ido incorporando de manera poco reflexiva. Estas es su respuesta:

"1) Hablar menos; 2) aprender a formular más preguntas usando el tipo concreto de preguntar con humildad; y 3) aprender a escuchar y a agradecer mejor."

¿Por qué el adjetivo de humildad? Schein subraya que al preguntar otorgamos un poder temporal al interlocutor, ya que nos colocamos en el lugar del no saber y atribuimos a la otra persona ese poder. Nos volvemos temporalmente vulnerables. Una vulnerabilidad clave para generar la confianza a la que se refiere Lencioni cuando la sitúa en la base de la pirámide que construye equipos de alto rendimiento. 

"La confianza dentro del contexto de una conversación significa creer que la otra persona me tendrá presente, no se aprovechará de mi, no me avergonzará ni me humillará, me dirá la verdad y, dentro del contexto más amplio, no me engañará, trabajará para beneficiarme y respaldará los objetivos que hayamos consensuado".

Claro que no hay una fórmula absoluta para preguntar con humildad, no hay recetas peros sí unos criterios básicos que implican manifestar interés y respeto por la otra persona, así como un deseo sincero de escuchar y entender lo que la otra persona nos responda.

En el capítulo final, Schein nos plantea algunas maneras que nos pueden respaldar en el proceso de aprendizaje para ser humildes y preguntar más:

1. Aminorar y cambiar de ritmo.
2. Reflexionar más y realizarse preguntas humildes a uno mismo.
3. Volverse más consciente preguntándose ¿qué más está pasando?
4. Probar a innovar y descubrir el artista que llevas dentro.
5. Repasar la propia conducta tras un evento y reflexionar sobre ella.
6. Ser sensible a las necesidades de coordinación de tu trabajo.
7. Como líder, forjar relaciones con los miembros del equipo en las que prime la confianza y la comunicación válida.
8. Establecer "islas culturales" en las que queden "suspendidas" algunas normas culturales relativas a la autoridad y a las relaciones de confianza.

Termino con una cita del autor:

"Dentro de un mundo cada vez más complejo, interdependientes y culturalmente diverso, no podemos albergar la esperanza de comprender a personas procedentes de distintas culturas ocupacionales, profesionales y nacionales, y trabajar con ellas, si no sabemos cómo formular preguntas y forjar relaciones que se basen en el respeto mutuo y en la admisión de que otros saben cosas que quizá debamos aprender para realizar un trabajo".



miércoles, 1 de octubre de 2014

Lo malo de las buenas intenciones

Ya dice el refranero que "el infierno está empedrado de buenas intenciones". Con ello alude a la necesidad de que las buenas intenciones vayan acompañadas de acciones que las hagan realidad. Pero las buenas intenciones llevan también a realizar acciones con un resultado muy distante al pretendido. Vamos, que te pueden mandar al infierno con la mejor intención.

Desde una perspectiva macro social, no resulta difícil encontrar, en la historia de la humanidad, desastres provocados por acciones generadas con las mejores intenciones. Pero tampoco hace falta demasiada investigación para recordar consecuencias indeseadas de acciones que hemos realizado con la mejor de las intenciones.

Nadie puede garantizar que el resultado de sus acciones se ajustará a las intenciones que tiene. En la medida en que hay otras personas envueltas en ellas, ya sea de manera directa o indirecta (colateral, diríamos ahora), el efecto de nuestras acciones pasa por el filtro de los otros. No podemos predecir cómo van a recibir lo que nosotros hacemos, que teclas emocionales les pueden tocar. Así, podemos hacer un brindis con la intención de reconocer a alguien y esa persona puede sentirse humillada por lo que hemos dicho.

Lo importante es tener presente que la intención, por buena que sea, no puede llevarnos a olvidar la responsabilidad de los efectos de nuestras acciones. La respuesta "no era mi intención", no es suficiente en la medida que no se hace cargo de los sentimientos de la otra persona. Cuando nos escudamos en que no era nuestra intención, negamos lo que la otra persona ha sentido. Por eso, cuando estamos afrontando una conversación difícil es esencial que reconozcamos los sentimientos de la otra persona: "Veo que lo que he dicho te ha hecho daño, no era mi intención pero comprendo que te has sentido así. Te pido perdón por ello ¿puedo hacer algo para compensar el daño que te he producido?".

Curiosamente, cuando valoramos las acciones de otras personas, identificamos las consecuencias de sus acciones en nosotros con sus intenciones. Así, si lo que ha dicho me ha humillado, concluyo con rapidez que su intención era humillare. Si me he sentido agredido, su intención era agredirme,.... Aquí lo importante es introducir la duda: sabemos el efecto que ha producido en nosotros pero es imposible conocer cuál ha sido la intención con la que lo ha hecho. En este caso, si planteamos una conversación centrada en la atribución de la intención, tenemos asegurada una discusión de ataque y defensa: "Esta mañana has venido a humillarme y no lo puedo consentir". En su lugar, resultará mucho más productivo "Esta mañana, cuando has intervenido, me he sentido humillado. Quizás no era tu intención pero así es cómo me he sentido y me gustaría que no volviera a repetirse."

En resumen, aunque no sea nuestra intención provocarlos, hagámonos cargo de los sentimientos que generamos en otros. Y no deduzcamos intenciones por los resultados que las acciones de otros tienen en nosotros. Sobre esta base podremos abordar conversaciones más efectivas para hacer ver a otros como nos hacen sentir sus acciones o para reconducir relaciones que se han visto dañadas por nuestras acciones.


domingo, 7 de septiembre de 2014

Ética y literatura

Mi amiga Garbiñe Salaberría acaba de publicar un libro, resumen de su tesis doctoral, titulado "La construcción literaria de la ética. Valores y contextos sociales". En él entrecruza tres de sus pasiones: la sociología (en la que se formó), la enseñanza (en la que trabaja) y la literatura  (de la que forma parte como escritora).

Nuestros caminos se cruzaron hace ya muchos años, en la Facultad de Sociología de la Universidad de Deusto (ahora aglutinada en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas). Desde entonces hemos seguido manteniendo el hilo de la amistad. Un hilo en algunos momentos muy fino pero duradero. Desde hace ya unos años el hilo se ha fortalecido, así que no quiero ocultar que no soy un lector objetivo (si es que existe alguno de ese tipo).

Garbiñe, a partir de los 80 libros de lectura obligatoria más presentes en los centros escolares de segundo y tercer ciclo de Primaria, así como de la ESO, evidencia cómo se configura narrativamente la ética, analiza cuales son los elementos constitutivos de la ética en la narrativa y estudia su aplicación práctica en la literatura infantil y juvenil.

Como resultado de ese estudio, Garbiñe nos plantea como elementos constitutivos de la ética en la narrativa los siguientes:
  • los valores,
  • las problemáticas,
  • los sistemas de elección de valores,
  • los motivos para la acción moral,
  • las imágenes del mundo y
  • las aspiraciones éticas.
Respecto a los valores que identifica, partiendo de diferentes escalas de observación, son los siguientes:
  • Alegría
  • Amistad
  • Afán de superación o motivación de logro.
  • Autoestima.
  • Autoexigencia.
  • Autonomía personal.
  • Cooperación.
  • Diálogo.
  • Igualdad.
  • Justicia.
  • Lealtad.
  • Libertad.
  • Paz.
  • Respeto.
  • Responsabilidad.
  • Solidaridad.
  • Tolerancia.

Un libro que recomiendo a quienes trabajan en la enseñanza, a las personas interesadas en reflexionar sobre el papel que tiene la narrativa en la construcción de nuestro mundo de valores y a quienes les interese conocer cómo funciona en un contexto concreto el proceso de socialización que configura cualquier sociedad.

Termino con una cita del libro:
"La narrativa como modo de conocimiento y de construcción de la realidad posee una dimensión ética que se manifiesta en una forma de exponer la experiencia, revelando las motivaciones, sentimientos, vivencias y acciones humanas organizadas en secuencias narrativas que transcurren en contextos específicos, espacios y tiempos literariamente definidos" (pág. 54)
Un resumen de las ideas centrales del libro expresadas por la propia autora lo puedes leer aquí.

viernes, 30 de mayo de 2014

El lado oscuro de la transparencia

Hay libros a los que les basta con el título. Después de cientos de páginas llegas a la conclusión de que lo más sugerente era el título. Al libro del filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han, le ocurre justamente lo contrario. Bajo el título de "La sociedad de la transparencia", le bastan 95 páginas para hacerte pensar planteando enfoques y reflexiones que me han resultado muy estimulantes. Sólo por eso ya merecería la pena.

Pero, además, hay un estímulo añadido en su lectura. Cuando un concepto se convierte en fenómeno masivo, adorado por todos y sin aparentes aspectos problemáticos, un extraño hormigueo se apodera de mi. Algo no cuadra. No hay blanco sin negro, ni persona honrada sin ladrones. Cada cosa conlleva su opuesto Y pareciera que la transparencia se ha convertido en un bien absoluto, incuestionable salvo que uno quiera ser quemado en la hoguera destinada a los oscurantistas.

Byung-Chul habla de la transparencia como "coacción sistémica que se apodera de todos los sucesos sociales y los somete a un profundo cambio". La transparencia parece convertirse en un aspecto deseable para cualquier aspecto de la vida, ya sean las relaciones personales, la comunicación o la política. Este aspecto más político me ha resultado especialmente interesante dada la intensa presencia del concepto de transparencia referido a la acción pública.

Para el autor, "la política es una acción estratégica. Y por esta razón, es propia de ella una esfera secreta. Una transparencia total la paraliza. (...) El final de los secretos sería el final de la política". "Solo es por entero transparente el espacio despolitizado. La política sin referencia degenera, convirtiendose en referéndum". En un tono menos provocador, hace ya unos años que Daniel Innerarity también reflexionó sobre los límites de la transparencia. Uno y otro nos alertan sobre una visión unívoca de la transparencia. La política requiere de negociación, de deliberación y abrir esos espacios a la transparencia total la dinamita, tal y como ocurrió en la "negociación" para tratar de formar un gobierno de izquierdas en Italia. Claro que esto no elimina la necesidad de aumentar la transparencia en múltiples aspectos, especialmente en los espacios de gestión y de financiación. No veo estas reflexiones críticas como argumentación en contra de la transparencia, sino como advertencia de que incluso algo con una fuerte carga positiva, como la transparencia, puede convertirse en un "monstruo" cuando no se es capaz de aceptar y delimitar sus fronteras.

Pero, como decía anteriormente, el aspecto político de la transparencia es solo uno de los muchos que  Byung-Chul aborda. De hecho ocupa un espacio muy breve en su libro. Aquí van algunas frases que me han parecido especialmente significativas de su texto:

- "El alma humana necesita esferas en las que pueda estar en sí misma sin la mirada del otro (...) Solo la máquina es transparente".
- "Una relación transparente es una relación muerta, a la que le falta toda atracción, toda vitalidad. Solo lo muerto es totalmente transparente".
- "Más información no conduce de manera necesaria a mejores decisiones".
- "Más información o una acumulación de información por sí sola no es ninguna verdad, le falta dirección, a saber, el sentido".
- "El destino no es transparente".
- "En la sociedad expuesta, cada sujeto es su propio objeto de publicidad. Todo se mide en su valor de exposición. La sociedad expuesta es una sociedad pornográfica. Todo está vuelto hacia fuera, descubierto, despojado, desvestido y expuesto".
- "La belleza no puede desembozarse porque está ligada de manera obligada al velo y al encubrimiento".
- "En contraposición al cálculo, el pensamiento no es transparente en sí mismo. El pensamiento no sigue rutas previsibles, sino que se entrega a lo abierto".
- "El espacio transparente es pobre en semánticas. Las significaciones surgen por primera vez a través de umbrales y transiciones, a través de resistencias".
- "Si lo se todo, sobra la confianza (...) Donde se da la transparencia no se da ningún espacio para la confianza". La transparencia deshace la confianza.
- "La sociedad de la transparencia es una sociedad de la desconfianza y de la sospecha, que, a causa de la desaparición de la confianza, se apoya en el control".